En concreto, la ruta del seminario fue así: comenzamos con la revisión de los marcos categoriales rodrigueanos para luego “aterrizar” en la lectura cuidadosa de sus textos y en la concreción del proyecto de la escuela del Costurero.
Hicimos una lectura de Simón Rodríguez desde su propia voz y desde sus marcos categoriales. En sus textos hemos identificado algunos momentos en los que se enuncia con mucha claridad desde dónde hay que leerlo y comprenderlo. A partir de estos marcos categoriales estudiamos su propuesta de escuela. De nuevo, no es la escuela del conocimiento en abstracto, ni para crear obreros útiles para el capitalismo, sino la escuela como lugar donde se forman (se acostumbran, se habitúan y se hacen instintivas) las subjetividades para la vida en común.
Ello implica la enseñanza-aprendizaje de lo que Rodríguez llama “luces”, es decir, conocimientos concretos, en función de lo que él llama “virtudes sociales”, esto es, aquel principio que aparece mil veces en la obra rodrigueana de que sólo será posible hacer república en la medida en que cada uno piense en todas y todos, para que todxs pensamos en cada uno. Se trata, en sus palabras, de aprender a producir (o a retomar) una racionalidad con arreglo a la necesidades comunes.
En estos momentos de recrudecimiento de la guerra contra el pueblo, se hace imprescindible --nos parece-- retomar la escuela como barricada en la lucha (festiva, lúdica) por la tenencia de la tierra, el territorio y por hombres y mujeres libres. Para eso nos parece necesarísimo seguir el hilo de la propuesta de Simón Rodríguez de la escuela como espacio-tiempo en que se hace posible la retoma de las soberanías populares.